El trabajo decente es la aspiración que tenemos todos los individuos a las oportunidades de bienestar y participación en el crecimiento económico.
Las sociedades organizadas venimos sobreviviendo en medio de cambios demográficos, progreso tecnológico, la globalización, luchas de clases y cada vez son más difusas las formas de interacción entre la vida laboral y personal.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), inspirada por futurología al servicio de la empleabilidad, desde 1998 modela con cuatro derechos fundamentales los pilares para el “trabajo decente”: i) la libertad de asociación, ii) la eliminación de todas las formas de trabajo forzado, iii) la abolición del trabajo infantil y iv) la eliminación de todas las formas de discriminación en materia de empleo y ocupación.
El Trabajo Decente se proyecta como esa base esencial de la justicia social a la que se aspira para el establecimiento de “un sistema de gobernanza democrática del desarrollo” y como parte de la dimensión ética que aporta el factor social a la iniciativa empresarial.
El trabajo es reconocido como eje central para el desarrollo de la humanidad y como la manera de consumar el potencial de las personas en el relacionamiento con la comunidad y el ambiente. El trabajo decente se consolida como el vínculo estrecho entre el empleo y la estabilidad, la seguridad y “el crecimiento sostenible”.
En Conferencia celebrada en Nueva Delhi, el 18 de febrero del año 2000, el latinoamericano Juan Somavía, quién fue director general de la OIT por trece años consecutivos, manifestó que “todo el mundo, en todas partes, intuye lo que significa un trabajo decente en su propia vida y su propia sociedad”, a pesar de que “la definición de lo que es el trabajo decente no se rige por estándares o niveles monetarios fijos”, ya que dichos niveles varían “de un país a otro”.
Somavía expresó que el empleo decente debía contemplar “la promoción de los principios y derechos fundamentales en el trabajo; el empleo, la creación de empresas y el desarrollo de los recursos humanos; la protección social, y el diálogo social.” Años después, fue que la institución del empleo decente se convirtió en un objetivo de desarrollo sostenible y que está aún vigente para la agenda de la ONU 2030.
Como parte de las celebraciones que se realizaron en el año 2017 por el centenario de la independencia de Finlandia, el Parlamento Finlandés realiza inversiones en futurología con una iniciativa llamada SITRA, la que fue pensada para hacer de Finlandia un pionero en el bienestar sostenible, al servicio del cambio y buscando lo que ofrezca bienestar ecológico y económico tanto hoy como en el futuro. De allí se concluyó que las habilidades correctas para el mundo del trabajo debían acompañarse con adecuados incentivos para que los empleadores protejan el empleo, con medidas mínimas de seguridad social y espacios de balance entre la vida personal y laboral. Estos criterios han sido augurios sobre realidades vigentes y retadoras para la empleabilidad.
Sistemas permanentes de aprendizaje, aplicación práctica y continuo desarrollo de competencias sujetas a la presión del cambio, competencias y habilidades 4.0. en el mercado laboral, evitar que las restricciones jurídicas entorpezcan las buenas prácticas laborales, estructuras de trabajo cambiantes, economías de plataforma y nuevos modelos organizativos: todas son tendencias que generan demanda de nueva fuerza de trabajo y que retan a los líderes a ser personas más interrelacionadas y menos jerarquizadas.
El empleo decente debe moverse entonces entre múltiples perspectivas disciplinarias para la definición de las habilidades y competencias laborales. Los servicios personales deben también adaptarse a la dinámica productiva de la lógica algorítmica, lógica que le implica al nuevo trabajador, realizar elecciones procedimentales en interacción con una máquina y seguir instrucciones diseñadas por los humanos que han automatizado previamente patrones de decisión en algún asunto.
En tal sentido, el empleo decente nace para mantener el trabajo y promover nuevas oportunidades, debiendo dirigirse especialmente hacía los colectivos que más lo requieren: los jóvenes, las mujeres, el sector rural, los profesionales, las personas con capacidades diversas y los colectivos invisibilizados, entre otros, garantizando espacios productivos con equidad en la remuneración, libre de abusos por beneficio de las formas de trabajo forzado, espacios en los que se garantiza el descanso y la recreación, además de que se asegura la protección social desde la primera infancia hasta la vejez.